jueves, 3 de junio de 2010

BUSCANDO LOS ORÍGENES DE ANA MARÍA...




Sí, hoy ha tocado la excursión, que ya se está haciendo clásica, en la que alguien nos enseña su pueblo. El curso pasado inició esta estupenda idea nuestro compañero Paco, quien durante todo un larguísimo día nos enseñó las ruinas romanas de Turóbriga, el pueblo de Aroche con su estupenda iglesia y por supuesto la inconfundible Encinasola, perdida allá por los confines del norte de Huelva. Bueno, que me pierdo, este año le ha tocado a nuestra simpática y extrovertida compañera Ana María, mostrarnos sus orígenes en la serranía de Cádiz, donde no hace mucho los Tartessos construyeron una ciudad rodeada de ciclópea muralla y los romanos reutilizaron llamándola Ocuri. Bien, pues todo fue llegar a la entrada de Ubrique, nuestro pueblo en cuestión, cuando nos zampamos por barba una enorme molleta con tó sus avíos. En éstas que el mesonero, muy puesto y nosotros con la barriguita bien llenita, pues se nos puso a largar sobre la historia y leyendas al caso de las susodichas ruinas. Y luego claro, a andar to parriba, que es lo que le gusta a algunos, para echar pa fuera las indigestas grasas que nos acabábamos de meter entre pecho y espalda. En esta ocasión fue la mesonera quien suplió al mesonero en el arte de contar y relatar las visicitudes de los antiguos pobladores de estos parajes. Habíamos acabado, cuando a nuestra simpática Ana María se le ocurrió la feliz idea de dar un paseíto por los altos del pueblo, sí por los altos, no por los bajos, sino por los altos, ¿de quién sacará esta mujer esas ideas? y claro, pues a subir cuestas por el precioso pueblito, que había que hacer ganas para seguir comiendo después. La comida generosa, servida muy eficazmente y con magníficas vistas a los alrededores. Tocaba para la siesta la visita al museo de la piel, donde algunos y a esas horas de la tarde, aún le quedaron ganas de hacerse ellos mismos un "preciso". Sí, se trata de un pequeño estuchito de piel, donde antiguamente se guardaba lo preciso para encender el fuego, una monada oye, total por cinco euritos de nada salimos del museo con el regalito para la parienta o pariente y así ganar algunos créditos extras, algunos ya me entendéis.
Bueno, pues eso fue casi todo y si alguien quiere completar la narración con cualquier otra anécdota que sucediera y yo no hubiera estado presente, pues que lo cuente en forma de comentario a este estupendo artículo.
Saludos de este falso llano.

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